miércoles, 4 de agosto de 2010

El Puñal


Entró al enorme y viejo edificio, saturado de la rutina y agitado por la corrida que recientemente había realizado para llegar hasta un colectivo que nunca logró alcanzar, hizo girar la llave en la vieja y ruidosa cerradura y tras escuchar un leve y conocido sonido la empujo suavemente para entrar. Tres pisos por escaleras le aguardaban hasta llegar a su pequeño departamento, a su confortable sillón y a su vieja repisa llena de libros que posiblemente nunca se leerían. Abrió la puerta y sigiloso, como alguien que se está adentrando en un terreno desconocido o ajeno, entró en el departamento; dejó cuidadosamente la bolsa que cargaba consigo sobre la mesa del livig comedor y se dirigió al cuarto, yendo directo hacia su mesa de noche. Allí solo, como quien aguarda impacientemente a alguien se encontraba aquel elemento.


Se quedó mirando el objeto sobre la mesa, entre confundido y consternado, sin saber de dónde venía o qué propósito tenía, aunque inconscientemente quizás ya lo sabía. Se acercó y su cuerpo empezó a temblar al ver como la luz de la luna se reflejaba en el filo, casi de manera hipnótica.
Lo tomó entre sus manos y caminó hasta un espejo. Miró el arma entre sus dedos y luego su reflejo, volvió a repetir este gesto quedándose pasmado viendo a su contra parte en el espejo. "No lo harías" escuchó como un eco en su cabeza, “No tienes las agallas” sonrió y luego de un gesto rápido, todo se volvió negro.

1 comentario:

  1. Encantador blog el tuyo, un placer haberme pasado por tu espacio.

    Saludos y un abrazo.

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